Ya será como dos semanas desde que me asaltaron, y yo de verdad creía que todo ya había acabado, que no volvería a oir más del tal Esteban Figueroa, que a base de encendedores estuvo a punto de irse con mi celular y once monedas de cien pesos que sólo hacía segundos antes del atraco eran mías. Y hasta ya me había gastado tal evidencia, en unos helados y un berlin.
Pero no señores, la cosa no había acabado, aún después de varios días el proceso seguía, e incluso cuando yo pensaba que el tipo ya estaba de vuelta en las calles asaltando a chicos que cruzaban inocentemente por su esquina del terror, debido a la pésima justicia de este país, las cosas no eran como pensaba, me sorprendí cuando según la fiscal, mi caso había sido muy rápido. Fue hace como dos días; golpearon mi puerta, los policías, recordé cuando hace meses entraron a mi casa los tipos de la P.D.I. (Policía De Investigaciones, algo así como las Fuerzas Especiales S.W.A.T. chilensis, o algo por el estilo), para interrogarnos sobre un asesinato, aunque al final sólo lo hacíamos en calidad de testigos. Esta vez no entraron, sino que se limitaron a sólo dar las indicaciones pertinentes, y entregar la citación, que era para hoy, a la fiscalía local. Debía llevar mi carné de identidad y el papelito ése que acababan de entregarme. Debía ir, o me llevarían por la fuerza y creo que hasta me cobrarían una multa significativa.
Yo imaginaba que sería como en las pelis gringas, o algo así; yo hablando con el criminal tras un ventanal supuestamente a prueba de balas, o yo como en un salón de juicios, o no sé, me imaginé cuanta circunstancia me cupo en la cabeza sobre cómo sería mi declaración como víctima de robo con intimidación. Además que no tenía claro dónde tenía que ir.
Como final todo se resumió en ir al lugar en un colectivo con mi padre, al cual veo una vez cada cuatro meses como máximo, llegué a la fiscalía nombrada, espere a que el tipo de la puerta corroborara que estaba citado a esa hora, para que me dejara entrar, llegué a la recepción, estaban todos los funcionarios alli presentes pendientes del grupo en el cual le tocaría jugar a Chile en el mundial Sudáfrica 2010, tanto así que hasta se demoraron en atenderme. Para cuando me tocó subir al segundo piso a declarar (era como una enfermería, o quizá hasta una sala de espera al ir a un dentista para alguna cirugía para extraerte algún diente que te sobre), me sorprendí de lo simple que era; una oficina en donde estaba la fiscal (¿o será "La fiscala"?) sentada frente a un computador, con su diploma tamaño póster detrás de ella, colgado en la pared. El resto fue como lo vivido en la comisaría; relatar paso a paso lo que ocurrió, cómo ocurrió, y todas esas cosas. Repetí una y otra vez lo mismo de aquel entonces. Me bajé de la micro, un flaite me interceptó, me amenazó con asesinarme, etc. Lo siguiente sólo fue firmar un documento, y escuchar que el caso se podría alargar más, y que si el ladrón se resisitía a la condena, se iría a juicio, y que me informarían de todo, pero ¿qué condena le darán a un menor de edad? la cárcel de menores se ve como algo lejano.
De lo que me río, es de que ha de odiarme, si es que siquiera recuerda haberme asaltado por los efectos de sus drogas mezcladas con heces fecales y yeso.
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