miércoles, 11 de noviembre de 2009

Filosofía destructora de entradas profundas

No, no me refiero a lo mismo de antes; el problema existencial, a la hora de publicar entradas, sino que simplemente será eso, tal y como lo escribí.

Verán, hace unas semanas, en la asignatura de filosofía nos pidieron como último trabajo en el año, hacer un ensayo filosófico sobre el sentido de la vida, las cosas, el mundo, y yo claro, pensé en hacer mi mayor esfuerzo en hacer el mejor ensayo del universo.

Pues... dieron un par de semanas para hacerlo, había que entregarlo en letra verdana tamaño 10, entre otras formalidades que se exigían en la presentación del ensayo, eso era lo de menos, así que simplemente me dispuse a escribirlo. Sólo que entonces me atacó el siempre acechador ¿y por qué no lo hago mañana? Pues así fue, me dejé llevar por aquella voz interna que nos susurra al oído malos consejos en situaciones serias, y otras no tanto. Y así comenzaron a pasar los días, uno a uno, yo divertido haciendo cualquier cosa, tanto en la escuela, como fuera de ella, hasta que llegó el fatídico día anterior a la fecha de entrega.

Además, ese mismo día unos amigos habían venido, para pasar un buen rato, conversar sobre cómo van nuestras vidas, entre otras cosas, así que todo el día ni dirigí un ojo a la pauta del trabajo. Eran las ocho, y yo llevaba nada del ensayo, la profesora pedía tres planas, no me llegaban ideas, el trabajo se entregaba al otro día, era la última nota, mi promedio no era el mejor, no me podía concentrar, y un sin fin de contratiempos adicionales, que dificultaban mi tortuoso paso por la fase de aceptación de responsabilidad.

Hasta que de un momento a otro, las ideas fueron llegando, además me puse a escuchar Stairway to Heaven, y al ver los resultados, que las palabras fluían por mis dedos, eran digitalizados y quedaban inmortalizados en mi pantalla, le puse para que la canción se repitiera (sí, pudo haberme aburrido de tantas veces, pero a pesar de todo me arriesgué; de todos modos no pasó así), y así comenzó todo, conmigo más calmado y relajado. Sólo escribía, a la mierda si alguien me llamaba para algo, ya hasta se me había acabado el hambre producto de una última comida apresurada e improvisada (sopa instantánea). Escribía y escribía.

Y así, nació el mejor ensayo del mundo.

Orgulloso, lo presenté al otro día, mostrándole a mis amigos mi excelente ensayo, de calidad sublime, y su naturaleza tan profunda, trascendiendo a través de la sociedad actual, hasta un punto más allá, en lo divino. Simplemente era perfecto, hasta iba a publicarlo en este blog, para que vieran mi lado filosófico.

Pasó el tiempo y yo sólo estaba ansioso de recibir halagos por mi ensayo. hasta que llegó el día.

Pero qué va. Al final, lo que hice yo no era específicamente lo que la profesora pedía; más tarde comprendí que lo que se buscaba era un ensayo sobre el sentido de la vida, pero más que nada sobre mi sentido, y yo lo que hice fue dar uno perfecto, mas sobre el sentido en sí, el concepto de éste, lo imposible de encontrarlo en un ámbito general, lo divino de lo divino, mencionando una llamada subjetividad humanamente objetiva, entre otras cosas.

En fin, un mar de palabras, mas no lo que ella pedía. Era perfecto pero le faltó lo que eso pedía.

¿Resultado? No obtuve la calificación más alta, ni mi ensayo fue condecorado, ni nada.

Odio cuando eso pasa, aunque últimamente no sea muy a menudo. Lo odio. Planeaba remasterizar mi escrito, pero ya no me interesa, ya no. Se me quitaron las ganas, así como olvidé eso de publicarlo. El ensayo lo boté, y no sé si aún esté por ahí el archivo Word.

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