martes, 24 de noviembre de 2009

Olía a muerte

Estaba yo, con mi apariencia física a los ocho años, atrapado en ese cuerpo del pasado, caminaba entre montañas, como del desierto; esa sequedad se podía ver; la típica imagen del esqueleto de toro semi enterrado estaba ahi también, a mi lado, mientras caminaba, a paso lento y constante, mientras en el cielo habían muchas estrellas de varios colores; rojo, verde, y una azul que se movía. Un cielo oscuro, que no sé por qué me daba la impresión de que si lo veía mucho, me iba a succionar, elevándome del suelo, llevándome a un viaje extraño y sin retorno a la estratosfera, y luego al espacio. Era tan raro el ambiente, y sabía que estar ahí era incómodo para mí.

Apresuré el paso, aunque ni siquiera supe por qué; simplemente me apresuré, y comencé a dar pasos como si estuviera en la luna; enormes pasos que se volvían lentos en el aire, de varios metros, como huyendo de algo, probablemente las estrellas luminiscentes. Saltaba y saltaba, entre lo que entonces eran mis singulares pasos.

Hasta que el desierto acabó, y llegué a una zona con basura, con apariencia de pseudo-vertedero. Conocía ese lugar, claramente.

"El agujero", un lugar en el cual la gente botada las cosas que ya no le servían, y que no dejaban a ala merced del camión de la basura, en su mayoría electrodomésticos, y mascotas muertas. Lo sé, porque ahi terminó un perro que tuve hace años. Mis padres me mintieron, me dijeron que se había escapado, pero mientras yo estaba en el colegio, mi perro se había muerto, dado que hacía días estaba raro; lo enterraron ahi, y no me enteré sino mucho tiempo después, cuando ya de mi perro sólo quedaban, los huesos, en jirones de carne podrida. Y así era con más gente; cada vez que iba por ahi, como un característico atajo para ir al supermercado, sentía ese olor desagradable y fuerte; el olor a muerte. Y siempre era así; yo caminaba, y a metros se podían ver cadáveres de mascotas. Una vez incluso vi a uno con el estómado abierto. No sé cómo ocurrió, y en ese momento no quise saberlo, pero en ese lugar estaba, yacía en la tierra, entre bolsas llenas de diversos artefactos inservibles, lleno de moscas, emanando ese olor. Cada vez que iba por ese atajo era lo mismo. Olía a muerte.

Cuando llegué a ese lugar, comencé a recordar todo esto, pero muy fugazmente, como si me fuera a morir y viera toda mi vida, pero en este caso era exclusivamente lo relacionado con ese lugar. Pronto mis pasos de astronauta cesaron, y volví a mi lento avanzar de antes. Las estrellas de colores murieron, apagándose de un momento a otro, o no sé. Pero el punto fue que volteé mi cabeza, y ya no estaban, ninguna de ellas. Pero cuando comencé a avanzar, a pocos segundos, vi en un monte, alumbrado por una roja luz emitida por un poste de luz, a tres perros, como Doberman, ahora que lo recuerdo, pero en ese momento los asocié con lobos. Los tres me miraban, fijamente, cono ojos inyectados de sangre brillosa, luminiscente, y recordé a las estrellas anteriores. A continuación el poste de luz se apagó, parpadeando primero como cual película de terror, y todo se volvió negro, una oscuridad absoluta, en la cual lo único que logré ver fueron los ojos rojos de los tres pelos; eran seis luces rojas, que luego comenzaron a moverse de a pares hacia mí. Lo sentí, y lo hice; comencé a correr en dirección opuesta a los canes, y caí, muchas veces, sobre bolsas de basura, incluso en una ocasión sentí haber pisado a un cadáver. Pero yo sólo corría, corría, hasta que me sentí que estaba nuevamente en la suave textura del desierto y sus dunas, entonces comencé nuevamente a caminar como Neil Armstrong, y de a poco sentí que los dejaba atrás. Hasta que no sentía sus frenéticos pasos tras de mí, y sonreí, y hasta lancé una carcajada. En ese momento miré hacia atras, y no había nada más que oscuridad negra y abrumadoramente densa, mas elevé mi mirada, y vi seis estrellas rojas. Que comenzaron a moverse a través del cielo en mi dirección. Nuevamente comencé a huir.

Entonces desperté.

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