Había una vez, un niño de ocho años de edad.
A la mierda, era yo. En esa época intentaba andar en skate, no recuerdo bien qué hacía, pero en algo gastaba mis tardes cuando iba donde mi primo, en un barrio cuico apartado perfecto para jugar en las calles.
Resulta que una vez no recuerdo qué hice andando en el skate mencionado, pero me caí, y como el piso no era de almohadas suaves obviamente la caída no fue de lo más reconfortante, pero al intentar ponerme de pie, me di cuenta de que sentía un ardor inmenso en el final de mi pierna derecha; fijé la mirada, y entonces vi el piso manchado con sangre, mi tobillo, rojo, y entre la piel roja de mi pie algo blanco.
Se siente raro ver tu propio hueso expuesto.
Por supuesto no me puse a meditar lo bonito que era mi hueso, estallé en llanto, y al moverme, arrastre mi tobillo, haciendo que el hueso rozara el rudo y áspero concreto del piso.
Uhh, la pasé mal ese día.
Desde ese entonces jamás volví a andar en skate.
1 comentario:
OMG xDDD La mala cuea!
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